El carpintero que había contratado para ayudarme a reparar una vieja granja, acababa de finalizar un duro primer día de trabajo. Su cortadora eléctrica se daño y lo hizo perder una hora de trabajo y ahora su antiguo camión se niega a arrancar.
Mientras lo llevaba a casa, se sentó en silencio. Una vez que llegamos, me invito a conocer a su familia. Mientras nos dirigíamos a la puerta, se detuvo brevemente frente a un pequeño árbol, tocando las puntas de las ramas con ambas manos.
Cuando se abrió la puerta, ocurrió una sorprendente transformación. Su bronceada cara estaba plena de sonrisas. Abrazo a sus dos pequeños hijos y le dio un beso a su esposa. Posteriormente me acompañó hasta el carro.
Cuando pasamos cerca del árbol, sentí curiosidad y le pregunte acerca de lo que lo había visto hacer un rato antes.
- ¡Ah! Ese es mi árbol de problemas. – Contestó - Se que yo no puedo evitar tener problemas en el trabajo, pero una cosa es segura: los problemas no pertenecen a la casa, ni a mi esposa, ni a mis hijos. Así que simplemente los cuelgo en el árbol cada noche cuando llego a casa. Luego en la mañana los recojo otra vez.
Y continúo sonriendo - Lo divertido es que cuando salgo en la mañana a recogerlos, no hay tantos como los que recuerdo haber colgado la noche anterior.
Bonita historia, gracias.
ResponderEliminarPues si, bonita historia y que deberiamos de poner todos en practicas. Mi abuela solia decir que los percheros junto a la puerta de la entrada tenian una función desconocida para muchos. Y era la principal función de que se colocasen junto a la puerta. Y era para que cada miembro al entrar en casa dejara en el perchero sus problemas y no los siguiera cargando dentro de casa. Al salir solia decir mi abuela que los problemas ya parecian pesar menos al recogerlo.
ResponderEliminarAl leer tu historia Maria, he tenido muy bonitos recuerdos de mi infancia. DTB:)
¡Que bueno María! Tenemos que aprender a dejar nuestros problemas en el Señor.Veremos que desaparecen
ResponderEliminaro son menos.
Un abrazo en XTO Jesús.
Deberíamos todos tener un árbol así a las puertas de casa...
ResponderEliminarUn abrazo fuerte.
Me ha gustado esto del arbol. Esta bien. Besos
ResponderEliminarHola María.
ResponderEliminarAprovecho que he venido a pasar el fin de semana en mi casa, el lunes volveré con mi hija y Paulita, para dejarte un comentario.
Me ha encantado la historia, precisamente parece que solemos hacer lo contrario: todo sonrisas en el trabajo y caras largas en el hogar.
Lo bueno para las que tenemos el trabajo en casa... es que nuestro árbol sólo puede ser Jasús.
Un beso grande, guapa
Maria que bella historia, me lleno de renovada fortaleza, gracias por compartirla.
ResponderEliminarUn abrazo.
Sí que seríamos otros si aparcásemos los problemas antes de entrar en casa. Es toda una lección, gracias.
ResponderEliminarUn abrazo