lunes, 29 de abril de 2013

Perfecto.




Si la caridad fuera practicada con generosidad en todas partes, ya no habría necesidad de leyes, de tribunales, de castigos, de penas u otras medidas semejantes. 
Si reinara un amor recíproco entre todos, ninguno haría mal al otro, ya no existirían homicidios, guerras, pleitos; los robos y la avaricia desaparecerían; ya no existiría algún mal. 
Lo que es admirable en la caridad es que nunca trae consecuencias funestas. 
La pobreza muchas veces puede estar unida al orgullo; la elocuencia no siempre resiste a la fascinación de la vanidad; la humildad suscita algunas veces en el corazón de quien la practica una complacencia no siempre ajena a la vanagloria. 
No así con la caridad. ¿Se puede alimentar un sentimiento de superioridad en relación a quien se ama? Denme a alguien que de verdad ame a los hombres con un amor universal; o más bien, tomemos si queréis, dos hombres que se amen recíprocamente como se debe amar, y les podré decir cuál es la fuerza de la caridad. El hombre que ama santamente tendrá el cielo sobre la tierra, en todas partes gozará de una paz segura y se preparará a una gloriosa recompensa. En verdad, sólo es grande quien posee la caridad. (San Juan Crisóstomo)

miércoles, 24 de abril de 2013

Pan y Vino




Cristo es el único que ha muerto por todos. 
Es Él quien se encuentra en el sacramento del pan y del vino, aunque si son muchas las asambleas en las cuales se reúne la Iglesia… La carne del sacrificio es la del Cordero divino, la sangre es la suya. 
De hecho, el Pan descendido del cielo dijo: “el pan que yo les daré es mi carne para la vida del mundo” (Jn 6, 52). Muy justamente su sangre viene indicada también bajo el signo del vino. 
Él mismo lo dice en el evangelio: “Yo soy la vid verdadera” (Jn 15, 1). El vino ofrecido en la Misa como sacramento de la pasión de Cristo es su sangre. 
Por esta razón el patriarca Jacob había profetizado de Cristo diciendo: Él lavará en el vino sus vestidos y en la sangre de la uva su manto (cf Gén 49, 11). 
Habría lavado en la propia sangre los vestidos de nuestro cuerpo, de los cuales Él mismo se había revestido. Él, creador y Señor de todas las cosas, produce el pan de la tierra y del pan produce sacramentalmente su cuerpo, porque lo ha prometido y lo puede hacer. 
Él, que ha hecho del agua vino, del vino hace su sangre… Aquello que recibes es el cuerpo de aquel que es pan celestial y la sangre de aquel que es la sagrada vid. 
(San Gaudencio de Brescia).

lunes, 8 de abril de 2013

Cristo es perfecto Dios y perfecto hombre



El Misterio de la Encarnación nos enseña que la Segunda Persona de la Santísima Trinidad, o sea el Hijo, se encarnó y se hizo hombre en las purísimas entrañas de la Virgen María.

Encarnar significa hacerse carne, esto es, hacerse hombre. Cuando decimos que el Hijo de Dios se encarnó, queremos expresar que se hizo hombre, tomando un cuerpo y un alma como los nuestros.

Cristo, es pues, Dios y hombre verdadero. Hay en Él dos naturalezas, la divina y la humana, cuya unión forma una sola Persona que es la divina.

LA UNION HIPOSTATICA

En Jesucristo hay dos naturalezas: una divina, porque es Dios; y otra humana, porque es hombre.

a) Su naturaleza divina.

Jesucristo es Dios desde toda la eternidad, puesto que es la Segunda Persona de la Santísima Trinidad. Y es hombre desde la Encarnación, es decir, desde que unió a su Persona la naturaleza humana, en el seno virginal de María Santísima.

En el primer capítulo de su Evangelio, nos enseña San Juan esta doble verdad: (y así nos dice que): "En el principio era el Verbo, y el Verbo era Dios"; y que "El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros" (Juan 1,1;1,8).

Puesto que en Jesucristo hay dos naturalezas, habrá que decir que todo aquello que pertenece a la naturaleza en Jesucristo será doble: hay en Él, dos entendimientos, uno que corresponde a la Naturaleza divina y otro a la humana. Por la misma razón hay también en Él dos voluntades.

Respecto a su Naturaleza divina basta decir que tenía todas las perfecciones de la divinidad: hablemos de su naturaleza humana.

b) Su Naturaleza humana

En la naturaleza humana de Cristo, podemos distinguir dos elementos: el cuerpo y el alma.

1.-El cuerpo de Cristo es: a) Real: "Palpad, decía a sus Apóstoles después de su resurreción, y considerad que un espíritu no tiene carne ni huesos como vosotros veis que yo tengo" (Lucas 24,39). b) Delicado y perfectísimo, aunque sujeto al dolor, a las necesidades y a la muerte, porque venía a expiar nuestros pecados.

2.-El alma de Cristo es, como la nuestra, un espíritu creado por Dios para animar su cuerpo. Es, sí, infinitamente más perfecta, ya en sus facultades naturales, ya en sus dones sobrenaturales.

b.1) Facultades naturales

Digamos algo de sus facultades naturales; entendimiento y voluntad.

1.-Su entendimiento estaba dotado de excelentes conocimientos. "En él, dice San Pablo, estaban encerrados todos los tesoros de la sabiduría y ciencia de Dios" (Colosenses 2,3).

El entendimiento humano de Jesús estuvo dotado de tres clases de ciencias: la infusa, esto es, infundida directamente por Dios sin necesidad de imágenes ni raciocinios; la beatífica, o contemplación de la divina esencia; y la adquidida por medio de los sentidos y la razón. Las dos primeras le venían a causa de su unión con el Verbo; la tercera la adquirió con el paso del tiempo, en primer lugar de San José que le enseñó su oficio, de su Madre Santísima, del conocimiento sensible, de las enseñanzas de la Escritura y de los maestros de Israel.

2.-La voluntad humana de Cristo era perfectísima, dotada de eminente poder y santidad, y de perfecta libertad. "Soy dueño de mi vida y dueño de recobrarla", decía el Salvador (Juan 10,18).

Tenía la voluntad de Cristo dos eximias perfecciones, de que carece la nuestra: la impecabilidad (no podía pecar, ni sentía inclinación al mal); y la integridad (en él no había concupiscencia, sino que el apetito estaba perfectamente sometido a la razón, puesto que en Cristo no existía el pecado original, ni aquellas de sus consecuencias que envuelven imperfección moral). Había también en Cristo perfecto acuerdo entre su voluntad humana y la divina.

En su voluntad humana se daba principalmente un amor tiernísimo para con sus padres; y del amor, misericordia y mansedumbre con los hombres.

"Mi comida es hacer la voluntad del que me ha enviado". "Venid a mí todos los que estáis agobiados por el sufrimiento, que yo os aliviaré". "Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón" (Juan 4,34; Mateo 11,28-29).

En Cristo hubo pasiones; y así leemos en la Escritura que amó con predilección a San Juan, lloró ante la tumba de Lázaro, y se llenó de angustia, tedio y tristeza al pensamiento de su pasión. Sus pasiones, sin embargo, se diferenciaban de las nuestras en que nunca tendieron a un fin malo, y siempre obedecían la dirección rectísima de su voluntad.

b.2) Dones sobrenaturales y preternaturales

Cristo estuvo adornado con la plenitud de la gracia, virtudes y dones del Espíritu Santo; y no podía ser de otra manera dada su unión íntima y personal con la divinidad.

"Hemos visto su gloria, lleno de gracia y de verdad. De su plenitud todos hemos recibido" (Juan 1,14,16).

Respecto a los dones preternaturales ya hemos indicado que tuvo la ciencia y la integridad; más no la inmunidad ni la inmortalidad, pues quiso expiar nuestros pecados sometiéndose al sufrimiento y a la muerte.

EN CRISTO NO HAY SINO UNA SOLA PERSONA: LA DIVINA

Las dos naturalezas de Cristo están unidas en una sola Persona, que es la divina, a quien llamamos Jesucristo.

El Verbo divino no se unió a una persona humana, sino a una naturaleza humana; y así la persona divina hace las veces de persona no sólo para la Naturaleza divina, sino también para la naturaleza humana, a la cual se unió.

Nuevamente aquí se encuentra nuestra inteligencia frente a un misterio. Podemos comprobar que en esta unión no hay contradicción, pero no podemos comprender a fondo cómo se hace. Creemos sí con absoluta firmeza en él, porque Dios nos lo reveló en forma que nos brinda plena certidumbre.

Así como dijimos que en Jesucristo todo lo que se refiere a la naturaleza es doble (dos inteligencias, dos voluntades), todo lo que se refiere a la persona será único; y así, no adoro en Él dos seres, sino uno solo, no actúan dos individuos sino uno solo.

LA UNION HIPOSTATICA

La unión de las dos naturalezas en Cristo se llama hipostática o persona, porque ambas están unidas en una sola Persona: la del Verbo.

Hipóstasis es el sustantivo que corresponde al sustantivo castellano persona, e hipostático al adjetivo que corresponde con el adjetivo personal.

Las dos naturalezas de Cristo se mantienen unidas, pero sin confundirse; como el cuerpo y el alma en el hombre están en íntima unión, pero sin confundirse el uno con la otra.

La unión de las dos naturalezas en Cristo es perpetua. El Verbo tomó la naturaleza humana siempre. Por eso en la Eucaristía y en el cielo su divinidad permanece unida a su cuerpo y a su alma.

ALGUNAS CONSECUENCIAS DE LA UNIÓN HIPOSTATICA

Esta unión tiene consecuencias importantes: a) todos los actos de Cristo tienen valor infinito; b) su humanidad merece adoración; c) hay comunicación de propiedades entre las dos naturalezas.

VALOR INFINITO DE SUS ACTOS

La persona, en general, tiene la propiedad de ser centro de atribución de todos los actos del individuo; de modo que todo lo que éste haga se atribuye a su persona.

Lo mismo pasa en Cristo. Todas sus acciones, así las de su Naturaleza divina como las de la humana, se refieren a su persona.

Así decimos que Cristo creó el mundo (obra propia de Dios), y que padeció (obra propia del hombre).

De esta doctrina se saca la consecuencia importantísima que todas las acciones de Cristo, aun las propias de su naturaleza humana tienen valor infinito por atribuirse a la persona divina del Verbo.

Esta doctrina nos permite también ilustrar la Redención:

En efecto, si hubiera en Cristo dos personas, una divina y otra humana, la Redención no hubiera podido verificarse; pues la persona divina no hubiera podido padecer ni morir; y la persona humana hubiera podido padecer y morir, pero sus acciones no tendrían valor infinito, por no proceder de una persona divina.

Por el contrario, en la doctrina católica se ilustra la Redención; porque Cristo padece en cuanto hombre, esto es, en su naturaleza humana; pero sus padecimientos tienen valor infinito por la unión personal entre la naturaleza humana y la Persona divina.

"En efecto, amó Dios tanto al mundo, que le dió a su unigénito Hijo. Así como en el hombre-Adán este vínculo quedó roto, así en el hombre-Cristo ha quedado unido de nuevo" (Juan Pablo II).

SU HUMANIDAD MERECE ADORACIÓN


La Humanidad de Cristo merece ser adorada a causa de su unión personal con el Verbo divino. De modo que el culto que se rinde a su Humanidad se rinde al Hijo de Dios.

Por eso la Iglesia permite que al Corazón de Jesús y a sus sagradas llagas se dé culto directo de latría o adoración.

COMUNICACIÓN DE PROPIEDADES

La comunicación de propiedades consiste en que puede atribuirse a Cristo Dios lo que es propio de la naturaleza humana; y a Cristo hombre lo que es propio de la naturaleza divina. Así se puede decir que Dios murió y resucitó; o que un hombre es inmortal y omnipotente.




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