Se ha objetado
que el Rosario tiene demasiadas repeticiones, ya que se dicen muchas veces el Padrenuestro
y el avemaría, que resultan monótonos.
Esto me recuerda
la visita que me hizo una joven cierta noche después de la instrucción.
Me dijo: “Nunca
me haré católica. Ustedes dicen y repiten siempre las mismas palabras en el
Rosario, y quien repite las mismas palabras no es sincero. Yo, por mi parte, no
creería a semejante persona, y me parece que Dios tampoco las creerá.”
Le pregunté
quién era el joven que la acompañaba, y me respondió que era su novio.
Entonces, le
pregunté: “¿Le quiere mucho?”
- Ciertamente
que me quiere mucho.
- ¿Y cómo lo
sabe usted?
- Porque me lo
ha dicho.
- ¿Qué es lo que
le ha dicho?
- Me ha dicho:
“Te quiero”
- ¿Cuándo se lo
ha dicho?
- Hace como una
hora.
- ¿Y se lo había
dicho antes?
- Sí, la otra
noche.
- ¿Y qué le
dijo?
- ¡Te quiero!
- ¿Y no se lo
tenía dicho con anterioridad?
- Me lo dice
todas las noches.
Repuse: “Pues no
lo creerá usted, porque quien repite las mismas palabras no es sincero.”
La muy hermosa
verdad es que no hay repetición en el “Te quiero”, porque se produce un nuevo
momento en el tiempo, existe otro punto en el espacio y las palabras no tienen
el mismo significado anterior.
El amor nunca es
monótono, a pesar de la uniformidad de sus expresiones.
La mente es
infinitamente variable en su lenguaje, pero el corazón no lo es.
El corazón del
hombre en presencia de la mujer amada es demasiado pobre para traducir en
diversas palabras la inmensidad de su cariño y de sus afectos.
Por eso el
corazón adopta una sola expresión: “Te quiero”, y diciéndolo muchas veces, no
se repite jamás.
Es la única
novedad verdadera del mundo.
Eso es lo que
hacemos al rezar el Rosario.
Repetimos a la
Santísima Trinidad, al Verbo Encarnado, a la Santísima Virgen: “Te quiero”, “Te
quiero”, “Te quiero”
Hay belleza en
el Rosario. No es solamente una oración vocal; es también una oración mental.
Habrán asistido
tal vez a una representación dramática en la que mientras habla la voz humana
se escucha una música de fondo muy agradable que tonifica y da realce a las
palabras. Así es el Rosario.
Mientras se
reza, no se oye la música, pero se medita en la vida de Jesucristo aplicada a
nuestra vida y a nuestras necesidades.
Fuente: Libro "Nuestra Madre" Ven. Arzobispo Fulton Sheen.
Cuantos "Te quiero" hay en el Rosario, por eso es la oración preferida de María.
ResponderEliminarQué bonito post.
Un beso, María.
Pues si...no me canso de decir te quiero cuando tengo la menos oportunidad...y es que no nos acostumbramos....a veces le parece cursi al que lo oye...pero me encantaria oirlo mas....solo en mi interior lo oigo del Amor...que me está siempre diciendo que pone en Mi todo lo que El tiene....y en mi Pobreza lo miro y sin entender...sonrio.....Aprendo de la simplicidad de la Virgen....no te imaginas la cara de gozo cada vez que miraba a su Hijo?....Llorariamos de alegria -dice Ella-si supieramos cuanto nos ama.....
ResponderEliminarCuántos prejuicios con el rosario, no saben lo que se pierden.
ResponderEliminarMuy bonito, María. Gracias.
ResponderEliminarUn beso.