A veces cuando escuchamos un
programa en la radio oímos la voz que habla, mientras que al mismo tiempo se oye
una música de fondo.
Cuando rezamos el Rosario, algo así ocurre. Nuestros
labios dicen el Padre Nuestro, Ave María y Gloria al Padre, pero nuestra mente,
está pensando en la vida de Nuestro Señor, y se crea un fondo silencioso, una sinfonía
de pensamientos.
El Rosario es psicológicamente
una de las grandes oraciones, ya que reúne a todas nuestras energías dispersas,
la mente, los labios y las puntas de los dedos, en un solo propósito,
unificador.
Para aquellos que encuentran
difícil la oración, el movimiento rítmico de los dedos induce a pensamientos
espirituales.
Para aquellos que están
acostumbrados a la oración mental, los beneficios espirituales de una nueva
dimensión se derraman en el cuerpo y salen en las puntas de los dedos.
En nuestro tiempo actual no se
utiliza esta terapia celestial de oración-de-cuentas.
Una de las razones es por qué la
gente de hoy en día esta tan preocupada y temerosa que mantiene su mente
demasiado ocupada y sus dedos demasiado inactivos, o bien aprovecha los ruidos que le llegan de un mundo nervioso.
El Rosario, en cambio, recoge
nuestras fuerzas y dispersiones en nuestra mente, en simples pensamientos santos,
mientras que los dedos, también se sienten atraídos por el campo magnético de
la adoración.
Debido a que se centra todo el
hombre hacia un único objetivo, el Rosario puede ser el más grande de todos los
tratamientos para los hombres con problemas modernos.
Una leve sospecha de este hecho
ha comenzado a penetrar en algunos hospitales. Pacientes nervioso y alterados
se les enseña a tejer, para relajar la tensión nerviosa. La desventaja de este
tratamiento es que es sólo parcial; la mente del paciente no está involucrada.
Sin embargo, en el Rosario, todas
las facultades, la mente, la voluntad, la imaginación, la memoria, los deseos,
las esperanzas y los músculos, se dirigen a la Divinidad.
Autor: Arzobispo Fulton J. Sheen
(Libro los Quince Misterios)
Desde pequeño en mi familia se ha inculcado la fortaleza de esta preciosa oración, y la verdad, es que no nos ha ido nada mal. Un abrazo
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