«Vengan a mí todos los que están
fatigados y agobiados por la carga y yo les daré alivio. No llama a éste o a
aquel en particular, sino que se dirige a todos aquellos que están atormentados
por las preocupaciones, por la tristeza, o se encuentran en pecado.
«Vengan»,
no porque yo quiera pedirles cuentas de vuestras culpas, sino para perdonarlas.
«Vengan», no porque yo tenga necesidad de vuestras alabanzas, sino porque tengo
un deseo ardiente de vuestra salvación.
«Yo» –lo dice claramente–, «les daré alivio».
No dice simplemente: yo los salvaré, sino aquello que es mucho más: os pondré
en total seguridad, porque éste es el significado de «les daré alivio». «Tomen
mi yugo sobre ustedes…».
No se asusten cuando sientan hablar de «yugo», porque
ese yugo es «suave»; no tengan miedo cuando sientan hablar de «carga», porque
ésta es ligera.
Pero entonces –Ustedes me preguntarán–, ¿por qué entonces ha
hablado anteriormente de la puerta estrecha y del camino angosto? Así parece
porque nosotros somos perezosos y espiritualmente desmotivados. Pero si tú
pones en práctica y cumples las palabras de Cristo, la carga será ligera.
Es en
este sentido que lo define. Pero, ¿cómo se puede cumplir lo que dice Cristo?
Puedes hacerlo si te vuelves humilde, manso y modesto.
De hecho, esta virtud es
la madre de toda la filosofía cristiana.
Por esta razón cuando Jesús comienza a
enseñar sus divinas leyes, inicia por la humildad» (San Juan Crisóstomo
[¿350-407?]. Comentario al Evangelio de Mateo).
Vivir humildemente implica el reconocer nuestra verdad. Reconocer nuestras limitaciones y fragilidades por un lado y los dones y talentos que Dios nos ha dado por el otro.
ResponderEliminar