Oh Jesús, aquí estoy ante Ti. Tú estás sufriendo y muriendo para mi, a pesar de lo viejo que soy y del final de mi servicio y de mi vida. Tenme cerca de Ti, cerca de tu corazón, dejando que el mio lata con el tuyo.
Me encanta sentirme atado para siempre contigo con una cadena de oro, hecha con amorosos y delicados eslabones.
El primer eslabón: la justicia que me obliga a
encontrar Dios por donde mire.
El segundo eslabón: la providencia y la bondad que
guiará a mis pies.
El tercer eslabón: el amor por mi prójimo, sin
cansarme y con gran paciencia.
El cuarto eslabón: el sacrificio que siempre debe
ser parte de lo que me toca, y que he de bien venir en todo momento.
El quinto eslabón: la gloria que Jesús me promete
en esta vida y en la eternidad.
Oh Jesús crucificado, ‘mi amor y mi misericordia
ahora y para siempre.’ ‘Padre, si quieres, aleja de mí este cáliz. Pero que no
se haga mi voluntad, sino la tuya (San Lucas 22:42).’
San Juan XXIII, Diario del Alma, Agosto, 1961
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