¿Quién nos apartará la piedra que obstruye la
entrada del sepulcro? (Marcos, 16, 3).
¡La Iglesia  nación con una
tragedia y una derrota, y Su Cabeza es el que se abrió paso desde la tumba! 
No
está lejano el día en que se abrirá el Lirio real en otra Pascua, y los que
creían que todo había terminado, oirán que les preguntan los Ángeles: “¿Por qué
buscáis entre los muertos a Quien vive?” “Cuando las naciones yazcan anegadas
en sangre y sus reyes no sean más que generaciones derrotadas, veremos Sus pies
venir sobre las aguas.”
¡Los enemigos llaman a Jesús un impostor! ¡Y es verdad! 
Pero sólo un
impostor como Jesús puede satisfacernos a los que hemos tenido la primera
desilusión por parte del mundo: porque nos ha prometido paz y nos ha dado
guerra; nos ha prometido amor eterno y nos ha dado años y saciedad! 
Ven, pues, oh Jesús, Tú que eres el segundo en engañarnos. 
Tú que
pareces tan majestuoso y severo porque vas “vestido de púrpura y coronado de
ciprés”, 
Tú que parece que crucifiques nuestra carne y nuestro Eros. 
Al
principio nos apartamos de Ti protestando: “¿Todos tus campos han de
fertilizarse con la muerte?” ¡Pero qué dulce engaño!, porque cuando comenzamos
a conocerte encontramos en Ti el amor que siempre habíamos buscado desde que el
mundo nos engañó la primera vez.
¡Divino traicionero! Que parecías tan muerto y eres en cambio la Vida  Resucitada
 Autor: Venerable Fulthon Sheen Radiomensaje del 9 de abril de 1950
 

 
 
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