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miércoles, 23 de mayo de 2012

Algunas cosas.



Quiero exhortaros a que dejéis todas las cosas, pero quiero hacerlo sin excederme. Si no podéis abandonar todas las cosas del mundo, al menos poseedlas de tal forma que por medio de ellas no seáis retenidos en el mundo. 

Vosotros debéis poseer las cosas terrenas, no ser su posesión; bajo el control de vuestra mente deben estar las cosas que tenéis, no suceda que vuestro espíritu se deje vencer por el amor de las cosas terrenas y, por ello, sea su esclavo.

Las cosas terrenas sean para usarlas, las eternas para desearlas; mientras peregrinamos por este mundo, utilicemos las cosas terrenas, pero deseemos llegar a la posesión de las eternas.

Miremos de soslayo todo lo que se hace en el mundo; pero que los ojos de nuestro espíritu miren de frente hacia lo que poseeremos cuando lleguemos:

Extirpemos completamente nuestros vicios, no sólo de nuestras acciones, sino también de nuestros pensamientos. Que la voluptuosidad de la carne, la vana curiosidad y el fuego de la ambición no nos separen del convite eterno; al contrario, hagamos las cosas honestas de este mundo como de pasada, de tal forma que las cosas terrenas que nos causan placer sirvan a nuestro cuerpo, pero sin ser obstáculo para nuestro espíritu.

No nos atrevemos, queridos hermanos, a deciros que dejéis todas las cosas. Sin embargo, si queréis, aun reteniendo las cosas temporales, podéis dejarlas, si las administráis de tal forma que vuestro espíritu tienda hacia las cosas celestiales. Porque usa del mundo, pero como si no usase de él, quien toma todas las cosas necesarias para el servicio de su vida, y, al mismo tiempo, no permite que ellas dominen su mente, de modo que las cosas presten su servicio desde fuera y no interrumpan la atención del espíritu, que tiende hacia las cosas eternas. Para los que así obran, las cosas terrenas no son objeto de deseo, sino instrumento de utilidad. Que no haya, por lo tanto, nada que retarde el deseo de vuestro espíritu, y que no os veáis enredados en el deleite que las cosas terrenas procuran.

Si se ama el bien, que la mente se deleite en los bienes superiores, es decir, en los bienes celestiales. Si se teme el mal, que se piense en los males eternos, y así, recordando dónde está el bien más deseable y el mal más temible, no dejaremos que nuestro corazón se apegue a las cosas de aquí abajo.

Para lograr esto, contamos con la ayuda del que es mediador entre Dios y los hombres; por su mediación, obtendremos rápidamente todo, si estamos inflamados de amor hacia él, que vive y reina con el Padre y el Espíritu Santo, y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.

Autor: San Gregorio Magno. Fuente: AQUÍ

jueves, 16 de febrero de 2012

Una historia larga.


Una mañana una mujer bien vestida se paró frente a un hombre desamparado, quien lentamente levantó la vista... y miro claramente a la mujer que parecía acostumbrada a las cosas buenas de la vida. Su abrigo era nuevo. Parecía que nunca se había pérdido de una comida en su vida. Su primer pensamiento fue: “Solo se quiere burlar de mi", como tantos otros lo habían hecho.
"Por Favor Déjeme en paz. Gruñó el Indigente... Para su sorpresa, la mujer siguió enfrente de él. Ella sonreía, sus dientes blancos mostraban destellos deslumbrantes.
"¿Tienes hambre?" preguntó ella. "No", contestó sarcásticamente. "Acabo de llegar de cenar con el presidente. Ahora vete."
La sonrisa de la mujer se hizo aún más grande.
De pronto el hombre sintió una mano suave bajo el brazo. "¿Qué hace usted, señora?" -preguntó el hombre enojado.
“Le digo que me deje en paz”
Justo en ese momento un policía se acercó. "¿Hay algún problema, señora?" -le preguntó el oficial.
"No hay problema aquí, oficial, contestó la mujer. "Sólo estoy tratando de ayudarle para que se ponga de pie. ¿Me ayudaría?" El oficial se rascó la cabeza. "Si, el viejo Juan, ha sido un estorbo por aquí por los últimos años. ¿Qué quiere usted con él?" Pregunto el oficial.
"¿Ve la cafetería de allí?" -preguntó ella. "Yo voy a darle algo de comer y sacarlo del frío por un ratito."
"¿Está loca, señora?" el pobre desamparado se resistió. "¡Yo no quiero ir ahí!" Entonces sintió dos fuertes manos agarrándolo de los brazos y lo levantaron.
"Déjame ir oficial, yo no hice nada."
"Vamos viejo, esta es una buena oportunidad para ti," el oficial le susurró al oído.”
Finalmente, y con cierta dificultad, la mujer y el agente de policía llevaron al viejo Juan a la cafetería y lo sentaron en una mesa en un rincón de la cafetería. Era casi mediodía, la mayoría de la gente ya había almorzado y el grupo para la comida aún no había llegado...
El gerente de la cafetería se acercó y les preguntó. "¿Qué está pasando aquí, oficial?" "¿Qué es todo esto?
¿Y este hombre está en problemas?"
"Esta señora lo trajo aquí para que coma algo," respondió el policía.

"¡Oh no, Aquí no!" el gerente respondió airadamente. "¡Tener una persona como este aquí es malo para mi negocio!"
El viejo Juan esbozó una sonrisa con sus pocos dientes. "Señora, se lo dije. Ahora, si van a dejarme ir ?. Yo no quería venir aquí desde un principio."
La mujer se dirigió al gerente de la cafetería y sonrió. "Señor, ¿está usted familiarizado con Hernández y Asociados, la firma bancaria que está a dos calles?”
"Por supuesto que los conozco", respondió el administrador con impaciencia. "Ellos tienen sus reuniones semanales en una de mis salas de banquetes."
"¿Y se gana una buena cantidad de dinero con el suministro de alimentos en estas reuniones semanales?"
Preguntó la Señora...
"¿Y eso que le importa a usted?"
"Yo, señor, soy Penélope Hernández, presidente y dueña de la compañía ". “¡Oh Perdón! dijo el gerente ...
La mujer sonrió de nuevo. "Pensé que esto podría hacer una diferencia en su trato."
Le dijo al policía, que fuertemente trataba de contener una carcajada. "¿Le gustaría tomar con nosotros una taza de café o tal vez una comida, oficial?" "No, gracias, señora", replicó el oficial. "Estoy en servicio".
"¿Entonces, quizá, una taza de café para llevar?”
"Sí, señora. Eso estaría mejor".
El gerente de la cafetería giró sobre sus talones como recibiendo una orden.
“Voy a traer el café para usted de inmediato señor oficial "
El oficial lo vio alejarse. Y opinó:"Ciertamente lo ha puesto en su lugar", dijo.
"Esa no fue mi intención “dijo la señora... Lo crea o no, tengo una buena razón para todo esto".
Se sentó a la mesa frente a su invitado a cenar. Ella lo miró fijamente...
"Juan ¿te acuerdas de mí?"
El viejo Juan miró su rostro, el rostro de ella, con los ojos lagañosos "Creo que sí - Digo, se me hace familiar".

"Mira Juan, quizá estoy un poco más grande, pero mírame bien", dijo la Señora. "Tal vez me veo más llenita ahora... pero cuando tu trabajabas aquí hace muchos años vine aquí una vez, y por esa misma puerta, muerta de hambre y frio."
Algunas lágrimas se posaron sobre sus mejillas.
"¿Señora?" dijo el Oficial, No podía creer lo que estaba presenciando, ni siquiera pensar que la mujer podría llegar a tener hambre.
"Yo acababa de graduarme en la Universidad de mi pueblo", la mujer comentó. "Yo había llegado a la ciudad en busca de un trabajo, pero no pude encontrar nada. Con la voz quebrantada la mujer continuaba: Pero cuando me quedaban mis últimos centavos y me habían corrido de mi apartamento, deambulé por las calles.  Era febrero y hacía frío y estaba casi muerta de hambre, entonces vi este lugar y entre con la mínima posibilidad de poder conseguir algo de comer. “Con lágrimas en sus ojos la mujer continuó platicando...
"Juan me recibió con una sonrisa". "¡Ahora me acuerdo!", dijo Juan. "Yo estaba detrás del mostrador de servicio. Se acercó y me preguntó si podría trabajar por algo de comer”. “ Me dijiste que estaba en contra de la política de la empresa".
Continuó la mujer. "Entonces, tú me hiciste el sándwich de carne más grande que había visto nunca... me diste una taza de café, y me fui a un rincón a disfrutar de mi comida. Tenía miedo de que te metieras en problemas. Luego, cuando miré y te vi a poner de tu bolsillo el precio de la comida en la caja registradora, supe entonces que todo iba a estar bien”.
"¿Así que usted comenzó su propio negocio?" dijo el viejo Juan.
“Si, encontré un trabajo esa misma tarde. Trabajé muy duro, y me fui hacia arriba con la ayuda de Mi Padre Dios. Posteriormente empecé mi propio negocio el cual, con la ayuda de Dios, prosperó." Ella abrió su bolso y sacó una tarjeta. "Cuando termines aquí, quiero que vayas a hacer una visita al señor Martínez. Él es el director de personal de mi empresa. Iré a hablar con él y estoy segura de que encontrará algo para que puedas en la oficina”.
Ella sonrió. "Creo que incluso podría darte un adelanto, lo suficiente para que puedas comprar ropa y conseguir un lugar para vivir hasta que te recuperes. Si alguna vez necesitas algo, mi puerta está siempre abierta para ti Juan."
Hubo lágrimas en los ojos del anciano. "¿Cómo le puedo agradecer?, preguntó.
"No me des las gracias", respondió la mujer. "A Dios dale la gloria. Él me trajo a ti."
Fuera de la cafetería, el oficial y la mujer se detuvieron y antes de irse cada uno por su lado. "Gracias por toda su ayuda, oficial." Dijo la Sra. Hernández.
“Al contrario", dijo el oficial, "Gracias a usted. Hoy vi un milagro, algo que nunca voy a olvidar. Y...gracias por el café. "

Fuente del relato aquí. 
Fuente de la imagen Aquí. 
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