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lunes, 27 de junio de 2016

Te amo más.


María era una niña alpina, nacida en las montañas. Sus ojos se acostumbraron a gozar los pastos verdes y frescos salpicados de flores coloridas y olorosas. Creció con la música en el alma de riachuelos y cascadas, del viento entre los árboles, del silencio en las cumbres nevadas, cuando podía subir alto por caminos abiertos por las cabras, en los días soleados de la primavera. Se casó con un niño alpino. Bueno, más bien con un joven llamado Juan que resultó, por cierto, trabajador y capaz. Tan capaz, que una vez casados pudieron pronto construirse su casita. Ella diseñó un entero jardín a base de geranios y crisantemos en el balcón de su alcoba que daba al valle. Juan barnizó las persianas de madera clara. Y cuando estaban abiertas las ventanas, escapaba al camino un aroma de hogazas de pan recién horneado, o de cabrito asado, o de un pay de mirtilo que María preparaba y era la debilidad de Juan, y de los niños que comenzaron a llegar.
El caso es que Juan, que por ser tan capaz trabajaba en una empresa internacional de hidroeléctrica, fue asignado a otro destino. Le pedían que se trasladara por algunos años –no le dijeron cuántos- a supervisar las obras de una gran presa que se construiría en Islandia. Con su familia, claro está.
La presa estaba localizada en una zona particularmente alta y fría. Digamos la verdad, helada. El paisaje, casi permanentemente, consistía en unas cuantas tonalidades de blanco sucio, el marrón oscuro de las cumbres peladas que rodeaban el embalse, y una variedad de grises que se contagiaban unos a otros entre las nubes que poblaban el cielo y el agua que poblaba la tierra. Cuando había sol. Porque en Islandia, hay que recordarlo, es de noche la mayor parte del día seis meses al año. Al menos esto es lo que le parecía a María el lugar al que había llegado. Islandia es un país bello. Es verano la otra mitad del año. Pero María al principio, como decimos en España, lo pasó fatal. Y si no cayó en depresión es porque los alpinos son gente fuerte y sana, así se tranquilizaba Juan cuando la veía llorar en los días más oscuros y congelados del invierno y no sabía qué hacer para animarla.
Pero la verdad es que María y Juan se querían cada día más. Que los meses y años en Islandia los habían unido de tal modo que se consideraban cada día más felices y agradecidos por haberse encontrado y elegido, por haber decidido dedicar su vida uno al otro para siempre.
Y el día en que María descubrió esto, el sol volvió a brillar en Islandia. No fuera. Dentro de su casa. Allá afuera podía ser de noche, pero Juan era una presencia tan luminosa en su vida… Allá afuera podía hacer frío pero había calor en su hogar. Su casa no tenía balcón, y de flores ni pensarlo, tampoco había mirtilo para hacerle a Juan su pastel, y el pan negro que les tocaba comer en aquellas tierras no era demasiado sabroso, pero su esposo y ella se alimentaban de miradas y de gestos, de palabras y caricias, de presencia, de confianza, de fidelidad de tal manera, que no cesaban de encontrar día a día el modo de hacerse felices mutuamente. El tocino suplía el cabrito, las galletas los pasteles, y sus niños eran mil veces más bellos que todas las flores de su valle natal. Su vida matrimonial se había fraguado al fuego de una estufa eléctrica y no del de una chimenea. Al final, qué más daba, si estaba Juan con ella.
Y entonces aquel día resultó que el embalse sereno frente a su casa, de aguas limpias y profundas, le pareció hermoso; y miró a las montañas que lo rodeaban y las reconoció como suyas. Algo había de entrañable, de familiar, de amado, en la semioscuridad. Habían pasado muchos años allá. Años que, no cabía duda, habían sido inicialmente duros y dolorosos, pero que, hoy lo reconocía conmovida, fueron sincera y plenamente felices; y de ellos el paisaje, los alrededores de casa, la vecindad un poco desolada, había sido testigo y protagonista. Esta era su casa. Estas eran sus montañas, este era su lago, su lugar. Juan llegó a casa aquella tarde y encontró a María cantando las baladas de su tierra, canciones montañeras de su infancia. Cuando muchos años después, ya ancianos y establecidos de nuevo en los Alpes, María y Juan evocaban los largos años de Islandia - y eso que no narraban aquel día inesperado en que los sorprendió, inolvidable, el espectáculo de la aurora boreal- , quienes los escuchaban deseaban planear en la isla algunas largas vacaciones.
El caso es que la historia de María podría cambiarse por la de una chica americana que se llamara Mary, se hubiera casado con un tal John en California y se hubieran mudado al desierto de Phoenix. Donde en lugar de geranios en las ventanas, el jardín podría contener algún cactus y poco más, y en lugar de hielo, alrededor de casa habría solamente arena y polvo. Y podría cambiarse por la del alma que un día se encontró con Dios y comenzó una historia con Él de amor y de amistad por los caminos de la oración. Y que tras unos primeros años de consuelos sensibles, comenzó a experimentar las arideces “desérticas” o “heladas” que la invitaban al verdadero encuentro, al más profundo amor, a la unión. 
No redacto más. Sigan ustedes…
Autor:  ANGELES CONDE
Título original: Cuando la oración resulta fría y oscura


domingo, 25 de agosto de 2013

Hasta que la muerte nos una más


En la pobreza o la riqueza, te amaré
en la salud o en la enfermedad yo te amaré
en la tristeza o la alegría
en la tormenta o en la Paz
ante todo y sobre todo, te amaré.

Tú me amarás, yo te amaré
alianza eterna entre tú y yo.
Tú me amarás, yo te amaré
hasta que la muerte nos una más.

En las buenas o en las malas, te amaré
en el pecado o en la gracia, te amaré
en la noche o en el día
en la fuerza o la debilidad
ante todo y sobre todo, te amaré.

Tú me amarás, yo te amaré
alianza eterna entre tú y yo.
Tú me amarás, yo te amaré
hasta que la muerte nos una más

Tú me amarás, yo te amaré
alianza eterna entre tú y yo.
Tú me amarás, yo te amaré
hasta que la muerte nos una más
hasta que la muerte nos una más

Pienso que así es el amor de Dios, un amor perfecto, siempre y en toda circunstancia. La canción de llama: Alianza entre Tu y yo, y es de la Hermana Glenda.

jueves, 15 de agosto de 2013

A los Cielos por Dios.


“El amor, como el fuego, se quema hacia arriba, ya que es básicamente el deseo. Se trata de ser cada vez más unido con el objeto que se ama. Este "tirón" en nuestros corazones por el Espíritu de Dios está siempre presente, y es sólo nuestra voluntad que se niega y la debilidad de nuestro cuerpo, que como resultado del pecado que nos mantienen atados a la tierra. Si Dios ejerce una atracción gravitatoria sobre todas las almas, dado el intenso amor de Nuestro Señor por su Santísima Madre, que descendió, y el intenso amor de María a su Señor que ascendió, el amor en esta etapa es tan grande como "para tirar el cuerpo con él". Teniendo en cuenta, además, una inmunidad de pecado original, no habría en el cuerpo de la Virgen la dicotomía, la tensión, y la oposición que existe en nosotros entre el cuerpo y el alma. Si la distante luna mueve todas las mareas crecientes de la tierra, entonces el amor de María por Jesús y el amor de Jesús por María, debe dar lugar a tal éxtasis como "para ayudarla a salir de este mundo". Una cosa es cierta: la Asunción es fácil de entender si uno ama a Dios profundamente, pero es difícil de entender si uno no quiere.

Como golpe de pluma dogmática infalible, la Iglesia levanta el carácter sagrado del amor del sexo sin negar el papel del cuerpo en el amor. He aquí un cuerpo que refleja en sus innumerables matices del amor creador de Dios. A un mundo que rinde culto al cuerpo, la Iglesia ahora dice: "Hay dos cuerpos en el cielo, uno de la naturaleza humana glorificada de Jesús, el otro la naturaleza humana asumida de María. El amor es el secreto de la Ascensión de uno y de la Asunción de la otra, por la unidad del amor anhela estar con su Amado. El Hijo devuelve al Padre la unidad de la naturaleza divina, y María vuelve a Jesús la unidad de la naturaleza humana. Su vuelo nupcial es el evento por el que se mueve toda nuestra generación”.

Será ella, como el jardín en el que creció el lirio de impecabilidad divina y la rosa roja de la pasión de la redención, ¿se entregará a la maleza y al olvido por el Jardinero Celestial? ¿No se conservará la comunión en gracia a través de la vida para garantizar la inmortalidad celestial? No hay hombres y mujeres adultos que les gustaría ver la casa en la que fueron criados sometidos a la destrucción violenta de una bomba, a pesar de que ya no vivían en ella. Ni la Omnipotencia lo haría, ¿Quién es tabernáculo mismo dentro de María, daría el consentimiento de ver su casa-carne sometida a la disolución de la tumba? ¿No será la Vida Divina la que busca volver desde su cuna de vida y dar ese "paraíso de carne ceñido" al cielo con él? Ella que es la Madre de la Eucaristía, se escapa de la descomposición de la muerte.

María se convierte en el primer ser humano para realizar el destino histórico de los fieles como miembros del Cuerpo místico de Cristo, más allá del tiempo, más allá de la muerte, y más allá del juicio. Por su Asunción va por delante al igual que su Hijo, a preparar un lugar para nosotros. María siempre parece ser el advenimiento de lo que está reservado para el hombre. Se anticipa a Cristo durante nueve meses, mientras se lleva el cielo en su interior, que se anticipa a su pasión en Caná y su Iglesia en Pentecostés. Ahora, en la gran doctrina de la Asunción, que se anticipa a la gloria celestial, y la definición llega en un momento en que los hombres piensan en él dogma de la Asunción muy poco".


Autor: Venerable Arzobispo Fulton J. Sheen 
Libro: Primer amor del mundo. 

viernes, 21 de septiembre de 2012

Sagrada Comunión.




"Las clases de personas que necesitan comulgar a menudo son:

*Los perfectos, porque no deben alejarse de Aquel que es fuente y manantial de su perfección y los imperfectos, para que puedan aspirar a la perfección;

*Los fuertes para no debilitarse y los débiles para fortalecerse;

*Los enfermos para sanar y los sanos para no enfermar…

Y en cuanto a ti, imperfecto, débil y enfermo, debes comulgar frecuentemente para recibir a Aquél que es tu perfección, tu fuerza y tu médico.

Los que tienen poco trabajo, necesitan comulgar frecuentemente porque les sobra tiempo y la ociosidad es peligrosa para el espíritu, y los que están muy atareados, por la necesidad de alimento que requiere un arduo trabajo.

Digan a los que les pregunten, que comulgan a menudo para aprender a hacerlo bien, porque es imposible hacer algo bien si no se practica con mucha frecuencia.

Comulguen a menudo, lo más a menudo que puedan.

Creedme, si las liebres en las montañas se vuelven blancas en invierno de tanto ver la nieve, así ustedes también, de adorar y comer la misma hermosura, bondad y pureza en este divino Sacramento, llegarán a ser hermosura, bondad y pureza."

San Francisco de Sales.


miércoles, 19 de septiembre de 2012

Me amas. Salmo 85


Inclina tu oído, Señor, escúchame,
que soy un pobre desamparado;
protege mi vida, que soy un fiel tuyo;
salva a tu siervo, que confía en ti.

Tú eres mi Dios, piedad de mí, Señor,
que a tí te estoy llamando todo el día;
alegra el alma de tu siervo,
pues levanto mi alma hacia tí;

porque tú, Señor, eres bueno y clemente,
rico en misericordia
con los que te invocan.
Señor, escucha mi oración,
atiende a la voz de mi súplica.

En el día del peligro te llamo,
y tú me escuchas.
No tienes igual entre los dioses, Señor,
ni hay obras como las tuyas.

Todos los pueblos vendrán
a postrarse en tu presencia, Señor;
bendecirán tu nombre:
"Grande eres tú, y haces maravillas;
tú eres el único Dios".

Enséñame, Señor, tu camino,
para que siga tu verdad;
mantén mi corazón entero
en el temor de tu nombre.

Te alabaré de todo corazón, Dios mío;
daré gloria a tu nombre por siempre,
por tu gran piedad para conmigo,
porque me salvaste
del abismo profundo.

Dios mío, unos soberbios
se levantan contra mí,
una banda de insolentes
atenta contra mi vida,
sin tenerte en cuenta a ti.

Pero tú, Señor,
Dios clemente y misericordioso,
lento a la cólera, rico en piedad y leal,
mírame, ten compasión de mí.

Da fuerza a tu siervo,
salva al hijo de tu esclava;
dame una señal propicia,
que la vean mis adversarios
y se avergüencen,
porque tú, Señor,
me ayudas y consuelas.


Me encanta este vídeo porque la letra de la melodía es muy hermosa.



Quiero pasar a visitar a todos a sus blogs, pero se me esta dificultando mucho, espero que en un tiempo cercano pueda hacerlo. Gracias. Siguen siendo mis amigos. Unidos en oración.

martes, 14 de agosto de 2012

Esperanza de ver a Dios.


Himno al Cielo

        La vida en este mundo es llanto y es sufrir;
        la vida plena y sin dolor está aún por venir.
        ¡Oh bendita recompensa y eterno descansar,
        a lado de los Santos tendrá todo mortal!

        !Ahora en la batalla estamos sin menguar,
        sin tregua y sin descanso tenemos que luchar;
        pero llegará el día, la espera acabará,
        seremos coronados con gloria y majestad!.

        Aquel en quien confiamos al fin hemos de ver,
        aquel al que esperamos hemos de poseer;
        a la noche y a las sombras la luz destruirá,
        y tan radiantes como el sol sus siervos brillarán.

        Le veremos cara a cara a nuestro Rey y Dios,
        por siempre alabaremos al que es nuestra
        Porción;
        Jesucristo hijo del Padre, bendita Trinidad,
        concédenos un día contigo descansar.

Autor San Bernardo de Cluny Música de Sarah Burdick
Traducción David A. Mijares L.


Me ha encantado este canto, solo que no he encontrado el vídeo con la nitidez que yo quisiera, pero ya solo la letra es preciosa, es la esperanza de ver a la bendita TRINIDAD.

domingo, 1 de julio de 2012

Oración de sanación espiritual


“PERDÓNAME, SEÑOR”

• Por todo lo que te he ofendido de PALABRA, perdóname, SEÑOR.

• Por todo lo que te he ofendido de pensamientos, perdóname, SEÑOR.

• Por todo lo que te he ofendido de obra, perdóname, SEÑOR.

• Por todo lo que he ofendido de omisión, perdóname, SEÑOR.

• JESÚS, Hijo de Dios vivo, ten misericordia de mí.
• JESÚS, Hijo de Dios vivo, ten misericordia de mí.
• JESÚS, Hijo de Dios vivo, ten misericordia de mí.

• Perdóname, SEÑOR, todos los pecados de mi vida; bórralos con tu Sangre preciosa que derramaste en la cruz; borra todos mis pecados y absuelve todas mis culpas.

• Perdóname, SEÑOR, todas las veces que Tú no has sido el primero en mi corazón. Has sido el segundo, el tercero, el décimo, el último.

• Perdóname, SEÑOR todas las veces que yo no me he fiado plenamente de ti. No he alimentado la fe en Ti. Me he fiado más de mí, de cosas, de personas y ni de Ti. Quizás me he fiado más del maligno y de sus obras, de supersticiones, brujerías, hechicerías, cartomancia, horóscopos, amuletos, ouija, espiritismo, curanderismo, masonería, toda clase de métodos, sectas, movimientos que me descentran de Ti. 
Hoy renuncio a todo y te recibo a Ti en mi corazón como el único médico de cuerpos y de almas.

• Perdóname, SEÑOR, el que no me haya fiado de Ti plenamente.

• Perdóname, SEÑOR, por haber despreciado tu invitación cada domingo a ir a la LA SANTA MISA.

• Perdóname, SEÑOR, si he estado en la SANTA MISA muy distraído o rutinariamente.

• Perdóname, SEÑOR, todas las veces que he roto la paz familiar.

• Perdóname, SEÑOR, todas las veces que he roto la unidad familiar, la fe familiar.

• Perdóname, SEÑOR, todas las veces que yo he alimentado resentimientos, rencores, odios, venganzas, alcoholismo, drogadicción, abortos.

• Perdóname, SEÑOR, todas las veces que yo he sido impuro, lujurioso, quizás me he masturbado, he fornicado, he cometido adulterio, quizás soy conviviente, no tengo el santo sacramento del matrimonio. Perdona este desorden sexual. Perdona todos los pecados de impureza que haya podido cometer a los largo de mi vida.

• Perdóname, SEÑOR, todas las veces que he robado, me he apropiado de los bienes ajenos, no he devuelto lo prestado. He sido injusto, perdóname, SEÑOR.

• Perdóname, SEÑOR, todas las veces que yo he mentido, engañado, he criticado los defectos del prójimo, he murmurado, he hecho falsos juicios, he levantado falsos testimonios. He robado la fama del prójimo; perdón SEÑOR.

• Perdona, SEÑOR, todas las veces que yo he sido egoísta, orgulloso, avaricioso, envidioso.

• Perdona, SEÑOR, todas las veces que yo he sido materialista, he sido perezoso.

• Perdona, SEÑOR, porque no he colaborado generosamente contigo, Señor, de quien lo recibo todo.

• Perdona, SEÑOR, porque no he colaborado con la evangelización, con Tu IGLESIA SANTA Y CATÓLICA; perdóname SEÑOR.

• Perdona, SEÑOR, por no haber empleado lo que tú me das para tu servicio: el dinero, el tiempo, las cualidades.

• Perdona, SEÑOR, por no haber hecho todo el bien que podría haber hecho; perdóname, SEÑOR.

Arrepiéntete de todos los pecados de la vida. Hoy puedes comenzar una vida nueva: Una vida fuerte, poderosa, porque DIOS perdona todo y te da vida abundante.
Hoy iré al Sacramento de la confesión.

GRACIAS SEÑOR

• Gracias, SEÑOR, que me has perdonado todo.

• Gracias, JESUCRISTO, que has pagado por todos mis pecados.

• Gracias, SEÑOR, porque me haces criatura nueva.

• Gracias, SEÑOR, porque sanas mi espíritu enfermo.

• Gracias, JESÚS, que estás aquí ahora de verdad con poder, con amor, con misericordia.


jueves, 21 de junio de 2012

Alas para volar.


En un principio los pájaros fueron formados sin alas.
Después Dios hizo unas alas y las puso delante de ellos, y les dijo: "Venid, tomad estas cargas y llevadlas".

Al principio vacilaron cuando se les mandó tomar las cargas que había junto a sus pies, pero pronto obedecieron y, cogiendo las cargas con sus picos, las colocaron en sus espaldas para llevarlas.

Los pájaros tenían un plumaje delicioso y sus trinos eran melodiosos.
Podían cantar y sus plumas brillaban en la claridad del sol, pero no podían remontarse en el aire.

Durante un poco de tiempo la carga parecía tan pesada y dura de llevar, pero no transcurrió mucho en que, llevando sus cargas y desplegándolas sobre sus corazones, las alas crecieron de prisa en sus cuerpecitos, y de pronto descubrieron la manera de usarlas y se elevaron en el aire por medio de ellas.

¡Las cargas se convirtieron en alas!

Autor: J. R. Miller

¡Deseo que tus cargas se conviertan en alas!

martes, 19 de junio de 2012

Alma.



Esta bella pieza musical la escuché hace varios años en la Catedral de Querétaro a los alumnos del Conservatorio de música. 
Espero que también a ustedes les guste, sobre todo la letra.

Alma para Dios nacida,
Ama a tu Dios sin cesar,
que el que no le ama en la Vida
nunca más le vuelve a amar.
Ama al amor que no olvida
y al que le llega a olvidar
Alma para Dios nacida
Ama a tu Dios sin cesar.


Autor: P. Cirilo Conejo Roldan




sábado, 9 de junio de 2012

En Dios



María, abandonada en Dios

Éstos eran los ocultos medios de la conducta de María, la más simple de todas las criaturas y la más abandonada a Dios. La respuesta que dio al ángel, contentándose con decirle: Hágase en mí según tu palabra [Lc 1,38], sintetiza toda la teología mística de sus antepasados. Entonces como ahora, todo se reducía al más puro y sencillo abandono del alma a la voluntad de Dios, bajo cualquier forma que se presentase. Esta disposición, tan alta y bella, que constituía el fondo del alma de María, brilla admirablemente en estas sencillísimas palabras: Fiat mihi. Es la misma exactamente que aquellas otras que nuestro Señor quiere que tengamos siempre en nuestro corazón y en nuestros labios: Hágase tu voluntad [Mt 6,10].

Es verdad que lo que se exige de María en este solemne instante es gloriosísimo para ella; pero todo el brillo de esta gloria no la deslumbra: es solamente la voluntad de Dios la que mueve su corazón.

Esta voluntad de Dios es la regla única que María sigue y que en todo ve. Sus ocupaciones todas, sean comunes o elevadas, no son a sus ojos más que sombras, más o menos brillantes, en las que encuentra siempre e igualmente con qué glorificar a Dios, reconociendo en todo la mano del Omnipotente. Su espíritu, lleno de alegría, mira todo lo que debe hacer o padecer en cada momento como un don de la mano de Aquél que llena de bienes un corazón que no se alimenta sino de Él, y no de sus criaturas.

La virtud del Altísimo la cubrirá con su sombra [Lc 1,35], y esta sombra no es sino lo que cada momento presenta en forma de deberes, atracciones y cruces. Las sombras, en efecto, en el orden de la naturaleza, se esparcen sobre los objetos sensibles, como velos que los ocultan. Y del mismo modo, en el orden moral y sobrenatural, bajo sus oscuras apariencias, encubren la verdad de la voluntad divina, la única realidad que merece nuestra atención.

Así es como María se encuentra siempre dispuesta. Y esas sombras, deslizándose sobre sus facultades, muy lejos de producirle ilusiones vanas, llena su fe de Aquél que es siempre el mismo. Retírate ya, arcángel, que eres también una sombra. Pasó tu instante y desapareces. María sigue y va siempre adelante, y tú ya estás muy lejos. Pero el Espíritu Santo, que bajo el aspecto sensible de esa misión ha entrado en ella, ya nunca la abandonará.

Casi no vemos rasgo alguno extraordinario en el exterior de la santísima Virgen. No es, al menos, eso lo que la Escritura subraya. Su vida es presentada como algo muy simple y común en lo exterior. Ella hace y sufre lo que hacen y sufren las personas de su condición. Visita a su prima Isabel, como lo hacen los demás parientes. María va a inscribirse a Belén, con otros más. Su pobreza la obliga a retirarse a un establo. Vuelve a Nazaret, de donde la alejara la persecución de Herodes; y vive con Jesús y José, que trabajan para procurarse el pan cotidiano.

Autor: Jean Pierre de Caussade


HOY ROSARIO BLOGUERO

miércoles, 6 de junio de 2012

ORACIÓN EXPIATORIA AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS


 
Dulcísimo Jesús, cuya caridad derramada sobre los hombres se paga tan ingratamente con el olvido, el desdén y el desprecio, míranos aquí postrados ante tu altar. Queremos reparar con especiales manifestaciones de honor tan indigna frialdad y las injurias con las que en todas partes es herido por los hombres tu amoroso Corazón.

Recordando, sin embargo, que también nosotros nos hemos manchado tantas veces con el mal, y sintiendo ahora vivísimo dolor, imploramos ante todo tu misericordia para nosotros, dispuestos a reparar con voluntaria expiación no sólo los pecados que cometimos nosotros mismos, sino también los de aquellos que, perdidos y alejados del camino de la salud, rehúsan seguirte como pastor y guía, obstinándose en su infidelidad, y han sacudido el yugo suavísimo de tu ley, pisoteando las promesas del bautismo.

Al mismo tiempo que queremos expiar todo el cúmulo de tan deplorables crímenes, nos proponemos reparar cada uno de ellos en particular: la inmodestia y las torpezas de la vida y del vestido, las insidias que la corrupción tiende a las almas inocentes, la profanación de los días festivos, las miserables injurias dirigidas contra ti y contra tus santos, los insultos lanzados contra tu Vicario y el orden sacerdotal, las negligencias y los horribles sacrilegios con que se profana el mismo Sacramento del amor divino y, en fin, las culpas públicas de las naciones que menosprecian los derechos y el magisterio de la Iglesia por ti fundada.

¡Ojalá que podamos nosotros lavar con nuestra sangre estos crímenes! Entre tanto, como reparación del honor divino conculcado, te presentamos, acompañándola con las expiaciones de tu Madre la Virgen, de todos los santos y de los fieles piadosos, aquella satisfacción que tú mismo ofreciste un día en la cruz al Padre, y que renuevas todos los días en los altares. Te prometemos con todo el corazón compensar en cuanto esté de nuestra parte, y con el auxilio de tu gracia, los pecados cometidos por nosotros y por los demás: la indiferencia a tan grande amor con la firmeza de la fe, la inocencia de la vida, la observancia perfecta de la ley evangélica, especialmente de la caridad, e impedir además con todas nuestras fuerzas las injurias contra ti, y atraer a cuantos podamos a tu seguimiento. Acepta, te rogamos, benignísimo Jesús, por intercesión de la Bienaventurada Virgen María Reparadora, el voluntario ofrecimiento de expiación; y con el gran don de la perseverancia, consérvanos fidelísimos hasta la muerte en el culto y servicio a ti, para que lleguemos todos un día a la patria donde tú con el Padre y con el Espíritu Santo vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.

Autor: S.S. Pío XI Carta encíclica Miserentissimus Redemtor.

lunes, 28 de mayo de 2012

MUJER


¿Que tipo de mujer eres?
¿Una mujer fuerte, o una mujer de fortaleza?
  • Una mujer fuerte hace ejercicios todos los días para mantener su cuerpo en forma... mientras que una mujer de fortaleza se arrodilla a orar, para mantener su alma en forma...
  • Una mujer fuerte no le teme a nada, ni a nadie... mientras que una mujer de fortaleza demuestra su valor a pesar de su temor o de su pánico...
  • Una mujer fuerte a nadie permite que le quite lo mejor de ella... mientras que una mujer de fortaleza da lo mejor de sí misma a todos, cada uno de los días de su vida...
  • Una mujer fuerte comete pocos errores y los evita en el futuro... mientras que una mujer de fortaleza se da cuenta de que los errores en la vida también pueden ser bendiciones de Dios, y aprende de ellos...
  • Una mujer fuerte camina confiada con pasos seguros y firmes... mientras que una mujer de fortaleza sabe que Dios la ayudará a levantarse cada vez que caiga...
  • Una mujer fuerte muestra en su rostro una expresión de seguridad y confianza en sí misma... mientras que una mujer de fortaleza muestra una expresión de gracia y serenidad...
  • Una mujer fuerte tiene fe en que tiene fuerza suficiente para su viaje por la vida... mientras que una mujer de fortaleza tiene fe en que el viaje la irá haciendo cada vez más fuerte...
  • Una mujer fuerte obtiene un compañero fuerte que incremente su fuerza... mientras que una mujer de fortaleza se convierte en la fuerza que hará invencible a su compañero...
  • Una mujer fuerte enseña a sus hijos a perseguir el éxito en la vida... mientras que una mujer de fortaleza les enseña a perseguir el amor y la virtud...

P.D. AAAhhhh!!! y si eres hombre sustituye todo lo correspondiente a tu género, finalmente somos humanos y hermanos hijos de un mismo Dios!!

Sigue a Jesús como Ella.


miércoles, 23 de mayo de 2012

Algunas cosas.



Quiero exhortaros a que dejéis todas las cosas, pero quiero hacerlo sin excederme. Si no podéis abandonar todas las cosas del mundo, al menos poseedlas de tal forma que por medio de ellas no seáis retenidos en el mundo. 

Vosotros debéis poseer las cosas terrenas, no ser su posesión; bajo el control de vuestra mente deben estar las cosas que tenéis, no suceda que vuestro espíritu se deje vencer por el amor de las cosas terrenas y, por ello, sea su esclavo.

Las cosas terrenas sean para usarlas, las eternas para desearlas; mientras peregrinamos por este mundo, utilicemos las cosas terrenas, pero deseemos llegar a la posesión de las eternas.

Miremos de soslayo todo lo que se hace en el mundo; pero que los ojos de nuestro espíritu miren de frente hacia lo que poseeremos cuando lleguemos:

Extirpemos completamente nuestros vicios, no sólo de nuestras acciones, sino también de nuestros pensamientos. Que la voluptuosidad de la carne, la vana curiosidad y el fuego de la ambición no nos separen del convite eterno; al contrario, hagamos las cosas honestas de este mundo como de pasada, de tal forma que las cosas terrenas que nos causan placer sirvan a nuestro cuerpo, pero sin ser obstáculo para nuestro espíritu.

No nos atrevemos, queridos hermanos, a deciros que dejéis todas las cosas. Sin embargo, si queréis, aun reteniendo las cosas temporales, podéis dejarlas, si las administráis de tal forma que vuestro espíritu tienda hacia las cosas celestiales. Porque usa del mundo, pero como si no usase de él, quien toma todas las cosas necesarias para el servicio de su vida, y, al mismo tiempo, no permite que ellas dominen su mente, de modo que las cosas presten su servicio desde fuera y no interrumpan la atención del espíritu, que tiende hacia las cosas eternas. Para los que así obran, las cosas terrenas no son objeto de deseo, sino instrumento de utilidad. Que no haya, por lo tanto, nada que retarde el deseo de vuestro espíritu, y que no os veáis enredados en el deleite que las cosas terrenas procuran.

Si se ama el bien, que la mente se deleite en los bienes superiores, es decir, en los bienes celestiales. Si se teme el mal, que se piense en los males eternos, y así, recordando dónde está el bien más deseable y el mal más temible, no dejaremos que nuestro corazón se apegue a las cosas de aquí abajo.

Para lograr esto, contamos con la ayuda del que es mediador entre Dios y los hombres; por su mediación, obtendremos rápidamente todo, si estamos inflamados de amor hacia él, que vive y reina con el Padre y el Espíritu Santo, y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.

Autor: San Gregorio Magno. Fuente: AQUÍ
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