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lunes, 20 de junio de 2016

Para un corazón.


Para un corazón que se aleja, 
un Dios que cuida y que espera.

Para un corazón que se pierde, 
un Dios que sale y busca.

Para un corazón cerrado, 
un Dios que insistentemente llama.

Para un corazón que excluye, 
un Dios abierto y sin barreras.

Para un corazón pichicato, 
un Dios que no se mide. 

Para un corazón marginado, 
un Dios que acoge, sin reservas.

Para un corazón que duda, 
un Dios que sostiene.

Para un corazón indiferente, 
un Dios que grita.

Para un corazón que olvida, 
un Dios siempre presente.

Para un corazón vacilante, 
un Dios persuasivo.

Para un corazón que traiciona, 
un Dios que perdona.

Para un corazón malvado, 
un Dios que sangra y sufre.

Para un corazón violento, 
un Dios desarmado.

Para un corazón frío, 
un Dios que abraza.

Para un corazón tibio, 
un Dios enérgico, sin dobleces.

Para un corazón necesitado, 
un Dios que se entrega.

Para un corazón herido, 
un Dios misericordioso y compasivo.

Para un corazón que se arrepiente, 
un Dios que premia.

Para un corazón que muere, 
un Dios, que resucita.

Sagrado Corazón de Jesús, en ti confío.


Autor: Mons. Alfonso G. Miranda Guardiola.

jueves, 21 de mayo de 2015

FUNDIDOS EN EL CORAZÓN.


Déjame fundir mi historia en tu Corazón
con toda su carga de debilidad,
y entregar a tu misericordia lo que tu amor dejó atrás.

Déjame fundir mis ojos en tu Corazón
hasta mirar reconciliado mi propia realidad.
Déjame fundir mis oídos en tu Corazón
hasta escuchar lo que jamás imaginaron
que podías y querías pronunciar:
“Yo te perdono; quédate en paz”.

Déjame fundir mi boca en tu Corazón
hasta aprender en el silencio a decir: “papá”.
Déjame fundir mi rostro en tu Corazón,
hasta encontrar del niño aquel asombro
con que un día me acercaba hasta tu altar.

Y si ves que a las puertas de fundirme,
mi miedo me detiene y te dice: “¡Basta ya!”,
que tu mano en mi cabeza, me responda:
“Tan sólo, déjate amar”.


Javier Albisu s.j

viernes, 24 de abril de 2015

Arma eficaz


Conocí a un judío que durante la primera guerra mundial, se halló con cuatro soldados austriacos en una trinchera improvisada en el frente occidental.

Comenzaron a llover granadas y metralla por todos lados.

En un momento una granada cayó a su lado y mató a sus cuatro compañeros.

Al terminar el primer misterio, sintió una inspiración que le empujaba a dejar el sitio en que se hallaba. Se arrastró por el barro y las piedras, dejándose caer en otra fosa. 

En aquel mismo momento otra granada explotó en el lugar que acababa de dejar.

Cuatro veces tuvo idéntica experiencia, y cuatro veces más salvó su vida de idéntico peligro. Prometió entonces dedicar su vida a Nuestro Señor y a su bendita Madre.
Terminó la guerra, pero aún continuaron sus padecimientos. Su familia fue quemada por Hitler. La promesa iba languideciendo y retardando su cumplimiento.

Por fin, yo mismo le bauticé y aquel soldado, que debía su vida a la Virgen, se está preparando para ser sacerdote.
Y continúa,  el mismo Fulton J. Sheen:

<<Todos los momentos ociosos de la vida pueden ser santificados gracias al rosario.
Cuando caminamos por la calle, al conducir un auto, mientras aguardamos que nos atiendan en el restaurante o en el café, mientras esperamos el tren… todos esos momentos pueden ser santificados o empleados para contribuir a la paz y tranquilidad íntimas, gracias a una plegaria que nos capacita para orar en todo tiempo y bajo cualquier circunstancia.
Si se desea convertir alguna persona a la plenitud del conocimiento de Nuestro Señor y de su Cuerpo Místico, enséñesele a rezar el rosario; Sucederá una de estas dos cosas: O deja de rezar esa oración, o logrará el don de la fe. >>

Título: La eficacia del Santo Rosario


Autor:  Sheen Fulton (Venerable) (The World’s  first Love  “El primer amor del mundo”, traducido por la Ed. Difusión, Argentina, 2ª ed., p. 208; El Siglo de las Misiones, enero 1954.)

Te invitó a orar. Hoy sábado Rosario Bloguero.

jueves, 28 de agosto de 2014

El Decálogo Orante.



1. "Vete al Señor mismo, al mismo con quien la familia descansa, y llama con tu oración a su puerta, y pide, y vuelve a pedir. No será Él como el amigo de la parábola: se levantará y te socorrerá; no por aburrido de ti: está deseando dar; si ya llamaste a su puerta y no recibiste nada, sigue llamando que está deseando dar. Difiere darte lo que quiere darte para que más apetezcas lo diferido; que suele no apreciarse lo aprisa concedido". (Sermón 105).

2. "Tiene Él más ganas de dar que nosotros de recibir; tiene más ganas Él de hacernos misericordia que nosotros de vernos libres de nuestras miserias". (Sermón 105).

3. "La oración que sale con toda pureza de lo intimo de la fe se eleva como el incienso desde el altar sagrado. Ningún otro aroma es más agradable a Dios que éste; este aroma debe ser ofrecido a él por los creyentes". (Coment. sobre el Salmo 140).

4. "Si la fe falta, la oración es imposible. Luego, cuando oremos, creamos y oremos para que no falte la fe. La fe produce la oración, y la oración produce a su vez la firmeza de la fe". (Catena Aurea).

5. "Cuando nuestra oración no es escuchada, es porque pedimos aut mali, aut male, aut mala. Mali, porque somos malos y no estamos bien dispuestos para la petición. Male, porque pedimos mal, con poca fe o sin perseverancia, o con poca humildad. Mala, porque pedimos cosas malas, o van a resultar, por alguna razón, no convenientes para nosotros". (La ciudad de Dios, 20, 22).

6. "Puede resultar extraño que nos exhorte a orar aquel que conoce nuestras necesidades antes de que se las expongamos, si no comprendemos que nuestro Dios y Señor no pretende que le descubramos nuestros deseos, pues Él ciertamente no puede desconocerlos, sino que pretende que, por la oración, se acreciente nuestra capacidad de desear, para que así nos hagamos más capaces de recibir los dones que nos prepara. Sus dones, en efecto, son muy grandes y nuestra capacidad de recibir es pequeña e insignificante. Por eso, se nos dice: Dilatad vuestro corazón". (Carta 130, a Proba).

7. "Con objeto de mantener vivo este deseo de Dios, debemos, en ciertos momentos, apartar nuestra mente de las preocupaciones y quehaceres que de algún modo nos distraen de él, y amonestarnos a nosotros mismos con la oración vocal; no vaya a ocurrir que nuestro deseo comience a entibiarse y llegase a quedar totalmente frío, y, al no renovar con frecuencia el fervor, acabe por extinguirse del todo". (Carta 130, a Proba).

8. "Lejos de la oración las muchas palabras; pero no falte la oración continuada, si la intención persevera fervorosa. Hablar mucho en la oración es tratar una cosa necesaria con palabras superfluas: orar mucho es mover, con ejercicio continuado del corazón, a aquel a quien suplicamos, pues, de ordinario, este negocio se trata mejor con gemidos que con discursos, mejor con lágrimas que con palabras." (Carta 121 a Proba).

9."Haz tú lo que puedas, pide lo que no puedes, y Dios te dará para que puedas". (Sermón 43, sobre la naturaleza y la gracia).

10. "Si vas discurriendo por todas las plegarias de la santa Escritura, creo que nada hallarás que no se encuentre y contenga en esta oración dominical (Padrenuestro)". (Carta 130, a Proba).

TITULO ORIGINAL "EL DECÁLOGO ORANTE (SAN AGUSTÍN)



martes, 28 de enero de 2014

Oración de súplica, en la enfermedad.


No permitas que yo permanezca en tal lejanía de ti, que no pueda considerar tu alma triste hasta la muerte y tu cuerpo habitado por la muerte, a consecuencia de mis propios pecados, sin regocijarme por sufrir en mi cuerpo y en mi alma.

Aparta pues, Señor, de mí la tristeza que el amor propio podría darme por mis propios sufrimientos y por las cosas del mundo que no se acomodan a los deseos de mi corazón, y que no se refieren a tu Gloria; pero dame una tristeza conforme a la tuya.

Que mis sufrimientos sirvan para apaciguar tu cólera. Haz de ellos una ocasión de salvación y de arrepentimiento para mí. Que, de aquí en adelante, desee la salud y la vida, a fin de emplearla y terminarla por ti, contigo y en ti. No te pido salud, ni enfermedad, ni vida, ni muerte; sino que dispongas de mi salud y de mi enfermedad, de mi vida y de mi muerte para tu Gloria, para mi salvación, y para la provecho de la Iglesia y de tus santos, entre los cuales espero figurar, por tu gracia divina.

Sólo tú sabes lo que me conviene. Eres mi soberano maestro: haz de mí lo que quieras. Dame, quítame; pero conforma mi voluntad con la tuya; y que en una sumisión humilde y perfecta, y que en una santa confianza, me disponga a recibir las órdenes de tu providencia eterna. Haz que yo adore igualmente todo cuanto viene de ti. 

Y, como nada es agradable a Dios si no le es ofrecido por tu mediación, une mi voluntad con la tuya y mis dolores a los dolores que tú has sufrido. Haz que los míos se tornen tuyos. Úneme a ti; lléname de tu Espíritu Santo. Entra en mi corazón y en mi alma, para tomar mis sufrimientos y para continuar padeciendo en mí, lo que todavía te queda por sufrir de tu Pasión, que completas en tus miembros hasta la consumación perfecta de tu Cuerpo; a fin de que, lleno de ti, no sea yo quien viva y quien sufra, sino que seas tu quien viva y sufra en mí, ¡oh mi Salvador!, y para que así, teniendo una pequeña parte de tus sufrimientos, tú me llenes enteramente de la gloria que ellos te han adquirido y con la cual vives con el Padre y el Espíritu Santo por los siglos de los siglos. Así sea.
(Fragmento)
Autor: Blas Pascal.

lunes, 11 de marzo de 2013

Oración por los Cardenales en Cónclave.




ORACIÓN “ADSUMUS”
San Isidoro de Sevilla

Aquí estamos, Señor Espíritu Santo.
Aquí estamos, frenados por la inercia del pecado,
pero reunidos especialmente en tu Nombre.
Ven a nosotros y permanece con nosotros.
Dígnate penetrar en nuestro interior.
Enséñanos lo que hemos de hacer,
por dónde debemos caminar,
y muéstranos lo que debemos practicar
para que, con Tu ayuda, sepamos agradarte en todo.
Sé Tú el único inspirador y realizador de nuestras decisiones,
Tú, el único que, con Dios Padre y su Hijo,
posees un nombre glorioso,
no permitas que quebrantemos la justicia,
Tú, que amas la suprema equidad:
que la ignorancia no nos arrastre al desacierto;
que el favoritismo no nos doblegue;
que no nos corrompa la acepción de personas o de cargos.
Por el contrario, únenos eficazmente a Ti,
sólo con el don de tu Gracia,
para que seamos UNO en Ti,
y en nada nos desviemos de la verdad.
Y, lo mismo que estamos reunidos en Tu Nombre, así también,
mantengamos en todo la justicia,
moderados por la piedad,
para que, hoy, nuestras opiniones en nada se aparten de Ti,
y, en el futuro, obrando rectamente,
consigamos los premios eternos.
Amén.

domingo, 13 de mayo de 2012

VIRGEN DE FATIMA 13 DE MAYO



 
Consagración del mundo 
al Corazón Inmaculado de María


Madre de la Iglesia: ilumina al Pueblo de Dios en los caminos de la fe, de la esperanza y de la caridad. Ilumina especialmente a los pueblos de los que tú esperas nuestra consagración y nuestro ofrecimiento. 

Ayúdanos a vivir en la verdad de la consagración de Cristo por toda la familia humana del mundo actual.

Al encomendarte, oh Madre, el mundo, todos los hombres y pueblos, te confiamos también la misma consagración del mundo, poniéndola en tu corazón maternal.

¡Corazón Inmaculado! Ayúdanos a vencer la amenaza del mal, que tan fácilmente se arraiga en los corazones de los hombres de hoy y que con sus efectos inconmensurables pesa ya sobre la vida presente y da la impresión de cerrar el camino hacia el futuro

- ¡Del hambre y de la guerra, líbranos!
- ¡De la guerra nuclear, de una autodestrucción incalculable y de todo tipo de guerra, líbranos!
- ¡De los pecados contra la vida del hombre desde su primer instante, líbranos!
- ¡Del odio y del envilecimiento de la dignidad de los hijos de Dios, líbranos!
- ¡De toda clase de injusticias en la vida social, nacional e internacional, líbranos!
- ¡De la facilidad de pisotear los mandamientos de Dios, líbranos!
- ¡De la tentativa de ofuscar en los corazones humanos la verdad misma de Dios, líbranos!
- ¡Del extravío de la conciencia del bien y del mal, líbranos!
- ¡De los pecados contra el Espíritu Santo, líbranos!, ¡líbranos!

Acoge, oh Madre de Cristo, este grito lleno de sufrimiento de todos los hombres. Lleno del sufrimiento de sociedades enteras.
Ayúdanos con el poder del Espíritu Santo a vencer todo pecado, el pecado del hombre y el «pecado del mundo», el pecado en todas sus manifestaciones.

Aparezca, una vez más, en la historia del mundo el infinito poder salvador de la Redención: poder del Amor misericordioso. Que éste detenga el mal. Que transforme las conciencias. Que en tu Corazón Inmaculado se abra a todos la luz de la Esperanza.

 
En Fátima, la Virgen María y un Ángel, enseñaron a los videntes: Lúcia y los Beatos Francisco y Jacinta Martos, unas oraciones, en ellas se centra el mensaje, que es para vivir de una manera teocéntrica la conversión y la gracia de Dios, pilares de nuestra salvación. Aquí las oraciones.

ORACIONES DEL ANGEL

«Dios mío, yo creo, adoro, espero y Os amo. Os pido perdón por los que no creen, no adoran, no esperan y no Os aman.»

«Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, Os adoro profundamente y Os ofrezco el preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Jesucristo, presente en todos los sagrarios de la tierra, en reparación de los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con que El mismo es ofendido. Y por los méritos infinitos de su Santísimo Corazón y del Corazón Inmaculado de María, os pido la conversión de los pobres pecadores.»

ORACIONES DE LA VIRGEN

La Hermana Lúcia cuenta en la 4.ª Memoria, que Nuestra Señora, en la aparición del 13 de julio de 1917, les recomendó:

«Sacrificaos por los pecadores, y decid muchas veces, en especial cuando hagáis algún sacrificio:
¡Oh Jesús, es por vuestro amor, por la conversión de los pecadores y en reparación por los pecados cometidos contra el Inmaculado Corazón de María!»

En la misma aparición, Nuestra Señora volvió a insistir:

«Cuando recéis el rosario decid, al final de cada misterio:
¡Oh Jesús mío, perdona nuestros pecados, líbranos del fuego del infierno, lleva a todas las almas al Cielo, especialmente las más necesitadas de tu Misericordia!”

Invitación personal: Reza el santo Rosario, medita en los misterios de nuestra salvación.
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