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jueves, 17 de septiembre de 2015

Felicidad.



7 Condiciones para adquirir la FELICIDAD COMPLETA.

         1. Una vida que ponga fin a la muerte.

         2. Una juventud no seguida de vejez.

         3. Una luz que no dejé de brillar.

         4. Una alegría jamás turbada por la tristeza.

         5. Una paz no expuesta a turbaciones, guerras, etc.

         6. Una voluntad que no experimenta obstáculos invencibles.

         7. Un Reino que no pueda perderse.

         San Beda el Venerable.

               Fuente: "El Cielo" Rodríguez Sinecio Pbro. Pág 13.

La felicidad total existe. No es una utopía ni falsa ilusión, fantasía o sueño.
La felicidad no es algo ES ALGUIEN. ÉL SALE PRIMERO A ENCONTRARTE, ACÉPTALO.


domingo, 25 de agosto de 2013

Hasta que la muerte nos una más


En la pobreza o la riqueza, te amaré
en la salud o en la enfermedad yo te amaré
en la tristeza o la alegría
en la tormenta o en la Paz
ante todo y sobre todo, te amaré.

Tú me amarás, yo te amaré
alianza eterna entre tú y yo.
Tú me amarás, yo te amaré
hasta que la muerte nos una más.

En las buenas o en las malas, te amaré
en el pecado o en la gracia, te amaré
en la noche o en el día
en la fuerza o la debilidad
ante todo y sobre todo, te amaré.

Tú me amarás, yo te amaré
alianza eterna entre tú y yo.
Tú me amarás, yo te amaré
hasta que la muerte nos una más

Tú me amarás, yo te amaré
alianza eterna entre tú y yo.
Tú me amarás, yo te amaré
hasta que la muerte nos una más
hasta que la muerte nos una más

Pienso que así es el amor de Dios, un amor perfecto, siempre y en toda circunstancia. La canción de llama: Alianza entre Tu y yo, y es de la Hermana Glenda.

jueves, 15 de agosto de 2013

A los Cielos por Dios.


“El amor, como el fuego, se quema hacia arriba, ya que es básicamente el deseo. Se trata de ser cada vez más unido con el objeto que se ama. Este "tirón" en nuestros corazones por el Espíritu de Dios está siempre presente, y es sólo nuestra voluntad que se niega y la debilidad de nuestro cuerpo, que como resultado del pecado que nos mantienen atados a la tierra. Si Dios ejerce una atracción gravitatoria sobre todas las almas, dado el intenso amor de Nuestro Señor por su Santísima Madre, que descendió, y el intenso amor de María a su Señor que ascendió, el amor en esta etapa es tan grande como "para tirar el cuerpo con él". Teniendo en cuenta, además, una inmunidad de pecado original, no habría en el cuerpo de la Virgen la dicotomía, la tensión, y la oposición que existe en nosotros entre el cuerpo y el alma. Si la distante luna mueve todas las mareas crecientes de la tierra, entonces el amor de María por Jesús y el amor de Jesús por María, debe dar lugar a tal éxtasis como "para ayudarla a salir de este mundo". Una cosa es cierta: la Asunción es fácil de entender si uno ama a Dios profundamente, pero es difícil de entender si uno no quiere.

Como golpe de pluma dogmática infalible, la Iglesia levanta el carácter sagrado del amor del sexo sin negar el papel del cuerpo en el amor. He aquí un cuerpo que refleja en sus innumerables matices del amor creador de Dios. A un mundo que rinde culto al cuerpo, la Iglesia ahora dice: "Hay dos cuerpos en el cielo, uno de la naturaleza humana glorificada de Jesús, el otro la naturaleza humana asumida de María. El amor es el secreto de la Ascensión de uno y de la Asunción de la otra, por la unidad del amor anhela estar con su Amado. El Hijo devuelve al Padre la unidad de la naturaleza divina, y María vuelve a Jesús la unidad de la naturaleza humana. Su vuelo nupcial es el evento por el que se mueve toda nuestra generación”.

Será ella, como el jardín en el que creció el lirio de impecabilidad divina y la rosa roja de la pasión de la redención, ¿se entregará a la maleza y al olvido por el Jardinero Celestial? ¿No se conservará la comunión en gracia a través de la vida para garantizar la inmortalidad celestial? No hay hombres y mujeres adultos que les gustaría ver la casa en la que fueron criados sometidos a la destrucción violenta de una bomba, a pesar de que ya no vivían en ella. Ni la Omnipotencia lo haría, ¿Quién es tabernáculo mismo dentro de María, daría el consentimiento de ver su casa-carne sometida a la disolución de la tumba? ¿No será la Vida Divina la que busca volver desde su cuna de vida y dar ese "paraíso de carne ceñido" al cielo con él? Ella que es la Madre de la Eucaristía, se escapa de la descomposición de la muerte.

María se convierte en el primer ser humano para realizar el destino histórico de los fieles como miembros del Cuerpo místico de Cristo, más allá del tiempo, más allá de la muerte, y más allá del juicio. Por su Asunción va por delante al igual que su Hijo, a preparar un lugar para nosotros. María siempre parece ser el advenimiento de lo que está reservado para el hombre. Se anticipa a Cristo durante nueve meses, mientras se lleva el cielo en su interior, que se anticipa a su pasión en Caná y su Iglesia en Pentecostés. Ahora, en la gran doctrina de la Asunción, que se anticipa a la gloria celestial, y la definición llega en un momento en que los hombres piensan en él dogma de la Asunción muy poco".


Autor: Venerable Arzobispo Fulton J. Sheen 
Libro: Primer amor del mundo. 

viernes, 15 de junio de 2012

Gran Promesa del Sagrado Corazón de Jesús.




Entre las muchas y ricas promesas que Jesucristo hizo a los que fuesen devotos de su Sagrado Corazón, siempre ha llamado la atención la que hizo a los que comulgasen en honra suya nueve primeros viernes de mes seguidos. Es tal, que todos la conocen con el nombre de la Gran Promesa.


La Devoción al Corazón divino de Jesucristo se empezó a practicar, en su esencia, ya en los principios de la iglesia, pues los Santos tuvieron muy presente, al honrar a Jesucristo, que había manifestado su Corazón, símbolo de su amor en momentos augustos. Con todo, esta devoción, en su forma actual, se debe a las revelaciones que el mismo Jesucristo hizo a Santa Margarita María (1649-1690), sobre todo cuando el 16 de junio de 1657, descubriéndole su Corazón, le dijo: «He aquí este Corazón que ha amado tanto a los hombres, que no ha omitido nada hasta agotarse y consumirse para manifestarles su amor, y por todo reconocimiento, no recibe de la mayor parte más que ingratitudes, desprecios, irreverencias y tibiezas que tienen para mí en este sacramento de amor. »


Entonces fue cuando Jesús dio a su servidora el encargo de que se tributase culto a su Corazón y la misión de enriquecer al mundo entero con los tesoros de esta devoción santificadora. El objeto y el fin de esta devoción es honrar al Corazón adorable de Jesucristo, como símbolo del amor de un Dios para nosotros; y la vista de este Sagrado Corazón, abrasado de amor por los hombres, y al mismo tiempo despreciado de estos, nos ha de mover a amarle nosotros y a reparar la ingratitud de que es objeto.


Entre las prácticas que comprende esta devoción, conformes con el fin de la misma, sobresale la de la Comunión de los nueve primeros viernes de mes seguidos, para conseguir además la gracia de la penitencia final, según promesa hecha por el mismo Sagrado Corazón a Santa Margarita María, para todos los fieles.

He aquí la promesa:


Un viernes, durante la Sagrada Comunión, dijo estas palabras a su devota: «Yo te prometo, en la excesiva misericordia de mi Corazón, que mi amor todopoderoso concederá a todos los que comulguen nueve primeros viernes de mes seguidos la gracia final de la penitencia; no morirán en pecado ni sin recibir los sacramentos, y mi divino Corazón les será asilo seguro en aquel último momento. »


Lo que es necesario hacer para obtener esta gracia:


Comulgar nueve primeros viernes de mes seguidos en gracia de Dios, con intención de honrar al Sagrado Corazón de Jesús.



miércoles, 6 de junio de 2012

ORACIÓN EXPIATORIA AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS


 
Dulcísimo Jesús, cuya caridad derramada sobre los hombres se paga tan ingratamente con el olvido, el desdén y el desprecio, míranos aquí postrados ante tu altar. Queremos reparar con especiales manifestaciones de honor tan indigna frialdad y las injurias con las que en todas partes es herido por los hombres tu amoroso Corazón.

Recordando, sin embargo, que también nosotros nos hemos manchado tantas veces con el mal, y sintiendo ahora vivísimo dolor, imploramos ante todo tu misericordia para nosotros, dispuestos a reparar con voluntaria expiación no sólo los pecados que cometimos nosotros mismos, sino también los de aquellos que, perdidos y alejados del camino de la salud, rehúsan seguirte como pastor y guía, obstinándose en su infidelidad, y han sacudido el yugo suavísimo de tu ley, pisoteando las promesas del bautismo.

Al mismo tiempo que queremos expiar todo el cúmulo de tan deplorables crímenes, nos proponemos reparar cada uno de ellos en particular: la inmodestia y las torpezas de la vida y del vestido, las insidias que la corrupción tiende a las almas inocentes, la profanación de los días festivos, las miserables injurias dirigidas contra ti y contra tus santos, los insultos lanzados contra tu Vicario y el orden sacerdotal, las negligencias y los horribles sacrilegios con que se profana el mismo Sacramento del amor divino y, en fin, las culpas públicas de las naciones que menosprecian los derechos y el magisterio de la Iglesia por ti fundada.

¡Ojalá que podamos nosotros lavar con nuestra sangre estos crímenes! Entre tanto, como reparación del honor divino conculcado, te presentamos, acompañándola con las expiaciones de tu Madre la Virgen, de todos los santos y de los fieles piadosos, aquella satisfacción que tú mismo ofreciste un día en la cruz al Padre, y que renuevas todos los días en los altares. Te prometemos con todo el corazón compensar en cuanto esté de nuestra parte, y con el auxilio de tu gracia, los pecados cometidos por nosotros y por los demás: la indiferencia a tan grande amor con la firmeza de la fe, la inocencia de la vida, la observancia perfecta de la ley evangélica, especialmente de la caridad, e impedir además con todas nuestras fuerzas las injurias contra ti, y atraer a cuantos podamos a tu seguimiento. Acepta, te rogamos, benignísimo Jesús, por intercesión de la Bienaventurada Virgen María Reparadora, el voluntario ofrecimiento de expiación; y con el gran don de la perseverancia, consérvanos fidelísimos hasta la muerte en el culto y servicio a ti, para que lleguemos todos un día a la patria donde tú con el Padre y con el Espíritu Santo vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.

Autor: S.S. Pío XI Carta encíclica Miserentissimus Redemtor.

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